No deja de sorprenderme que hoy día todo el mundo hable de innovar – en su página web, en la declaración de valores corporativos, en la misión de la empresa – pero la mayoría ¡desconozca el proceso básico para hacer un buen taller de creatividad!
De hecho, la mayoría de personas a las que pregunto me dicen que no han hecho ni siquiera un taller de creatividad en su vida.
Es decir se nos llena la boca con la palabra, pero no hemos practicado de forma mínimamente ordenada y organizada uno de los elementos básicos para la tan deseada innovación: la creatividad.
Sobre la creatividad
Antes que nada hay que dejar clara una cosa: todo el mundo es creativo, todos tenemos capacidad creativa, aunque la mayoría piensen que no, que eso es cosa de unos pocos seres con “poderes especiales”.
Es una cuestión de pura práctica. Podemos tener esa capacidad más o menos desarrollada, en función de lo que la utilicemos, como un músculo cualquiera de nuestro cuerpo que estará más o menos desarrollado según hagamos el deporte o actividad física que le afecta o no. Pero presente sí está.
Y la realidad es que en cuanto hacemos unos pocos talleres de creatividad seguidos, ganamos confianza rápidamente y cambiamos de opinión. De repente, nos vemos mucho más capaces: porque lo que hemos hecho nos sitúa en un nivel muy superior al del resto de las personas. Ya sabes, la historia del tuerto en el país de los ciegos…
El principal factor propulsor de la creatividad en las personas, más allá de los conocimientos que tengamos sobre lo que queremos innovar – muchas veces nos va a interesar contar con personas que no saben nada sobre el tema por la frescura de sus aportaciones – o las habilidades poseamos – pensamiento global, flexibilidad mental, capacidad de relacionar conceptos inconexos u otras – es la ACTITUD.
“El principal factor que impulsa la creatividad es la actitud”
Una buena actitud para ser creativo pasa por estar abierto a nuevas perspectivas, al cambio y a adaptarse, humildad para aprender, voluntad de mejorar, ser optimista dentro de un marco realista, tolerar el error o estar dispuesto a asumir riesgos.
En cambio, la actitud que frena la creatividad incluye comportamientos como la autocomplacencia (“ya somos los mejores”, “qué nos van a enseñar a nosotros”), el pesimismo (“eso no va a funcionar”), el temor a lo desconocido, el miedo al ridículo o el fracaso, entre otros.
La capacidad creativa de la misma persona con una actitud negativa o una positiva puede cambiar como pasar de la noche al día.
Creatividad y sus mitos
Es conveniente que las personas, antes de abordar un taller de creatividad, tengan desterrados algunos mitos que hay alrededor de ella:
1er mito: “Yo no soy creativo”. Falso. Todos éramos creativos cuando teníamos dos años, habría que analizar qué es lo que ha pasado después que nos ha quitado esta idea de la cabeza (ver sobre esto la excelente charla TED de Sir Ken Robinson: “Las escuelas matan la creatividad”)
2º mito: “La creatividad es inspiración”. Falso. La creatividad es trabajo duro y disciplinado. Como dijo Edison cuando inventó la bombilla: “No fracasé, solo descubrí 999 maneras de cómo no hacer la bombilla” (en respuesta a un periodista que le recordó que había realizado casi mil intentos antes de dar con el filamento de tungsteno).
3º mito: “La creatividad es individual y pide aislamiento”. Es cierto que podemos ser creativos en soledad, pero una de las claves de un buen taller de creatividad es construir sobre las ideas de los demás: la estrambótica idea de una persona puede dar lugar a una idea genial de otra.
4º mito: “Los jefes saben más que yo acerca de cómo innovar”. Falso. Los jefes, en su inmensa mayoría saben tan poco como tú acerca de cómo ser creativos. No les han preparado para ello.
5º mito: “Todo está ya inventado”. Falso. En todos los sectores, en todas las épocas, todo está por hacer. Porque los clientes siempre quieren más, no están nunca completamente satisfechos con lo que tienen. Y donde hay insatisfacciones y problemas hay un tesoro: oportunidades para encontrar nuevas soluciones de forma creativa.
Sobre esto, una vez leí o me contaron, no lo recuerdo, una historia supongo que apócrifa sobre el director de la Oficina de Patentes de EE.UU en los primeros años del s. XX. Como se sabe, las últimas décadas del s. XIX habían sido una época de increíbles avances y descubrimientos científicos. Dicen que propuso al Gobierno de su país cerrar dicha oficina, porque ya estaba “todo, prácticamente, inventado”. ¡Ojo al visionario!
Supongo que la historia no es cierta, pero me la recuerdan – mucho más de lo que podría imaginarse – cada vez que alguien me dice que es muy difícil innovar en su sector o industria, insinuando que ya está casi todo inventado.
Cómo hacer talleres de creatividad
Seguro que hay distintas formas de hacerlos, pero yo voy a presentarte una que me funciona de forma bastante eficaz. Está secuenciada en unas fases bastante claras:
PASO 1: Preparar el taller. Sencillamente: si dedicamos algo de tiempo a la preparación, el resultado del taller va a ser mucho mejor.
PASO 2: Realizar el taller. No es una fase larga, la creatividad no tiene que durar horas.
PASO 3: Terminar el taller. Se trata de detectar las mejores ideas para resolver el foco.
PASO 4: Actividades post-taller. No terminamos cuando damos por concluido el taller. Para hacerlo bien de verdad hay que hacer alguna cosa más.
PASO 1. Preparar el taller
El taller se pone en marcha porque alguien te lo ha encargado (el gerente, el dpto. de marketing, el comité de Innovación, un cliente, el comité de Dirección) o porque tú mismo quieres resolver un problema, un reto o una cuestión estratégica para tu empresa.
Por cierto que este último motivo es el que, en mi opinión, lleva a desarrollar las innovaciones con mayor impacto en las empresas.
Tener un foco y definirlo bien
Lo primero es definir bien el foco sobre el que queremos ser creativos: el problema o reto que queremos resolver de forma creativa.
El foco representa el “ancla” sobre el que vamos a poner a trabajar nuestra creatividad; porque la creatividad sobre el papel en blanco, esperando a que llegue la inspiración de las musas, no funciona: como hemos visto antes, es un mito total basado en el desconocimiento. Vuelvo a una cita de Edison: “El genio es un 1% de inspiración y un 99% de transpiración (sudor)”. Tal cual.
Un buen foco creativo está estructurado en, al menos, dos partes:
- Lo que queremos conseguir, el QUÉ
- La vía, el camino por el que resolverlo, el CÓMO
Pero, atención, ese CÓMO, esa vía, solo estará apuntada, esbozada, nos dirá por dónde ir o por dónde no ir, pero no nos dará la solución concreta.
Un buen foco está equilibrado en su definición: ni demasiado abstracto, ni demasiado concreto.
No es demasiado abstracto porque entonces la creatividad no tiene dónde agarrarse. Ni es demasiado concreto porque entonces la creatividad no tiene espacio para brotar: nos estaría señalando una solución específica. Y eso no es lo que queremos. Aún. De hecho, queremos muchas posibles soluciones.
Por ejemplo, un foco real utilizado en una empresa productora de compuestos químicos fue: “Conseguir más diferenciación estética para nuestros clientes, desarrollando un nuevo proceso de aplicación de nuestros productos”.
Está claro qué se quiere conseguir: más diferenciación estética para los clientes. Y está apuntado el camino: desarrollando un nuevo proceso de aplicación de sus productos. No está diciendo que hagas nuevos diseños con el proceso actual o que utilices nuevas materias primas para lograr la diferenciación.
Te está pidiendo que inventes un nuevo proceso de aplicación – aunque no te dice cómo exactamente -y que funcione. Esa es la vía, que también podemos entender como una restricción: cómo no hacerlo (hazlo como quieras pero que no sea con el proceso actual de aplicación de nuestros productos).
De hecho, muchas veces el CÓMO es CÓMO NO hacerlo. Esto es lo que sucede con otro foco real utilizado por una conocida empresa de distribución minorista tipo Mercadona, para su sede en Corea: “Convertirnos en el Nº1 del sector, sin aumentar el número de tiendas”. Sin aumentar el número de tiendas nos está diciendo CÓMO NO hacerlo.
Para terminar con el foco: debe quedar lo más sencillo y claro posible. Para evitar dudas sobre lo que tenemos que ponernos a trabajar y facilitar el proceso creativo.
El equipo de trabajo
Tras el foco, tenemos que elegir el equipo de trabajo: el líder del taller y el resto de los participantes.
El líder debe ser alguien comprometido con obtener un buen resultado, que cuente con conocimientos sobre el tema en el que se centra el foco (o, por lo menos, con un ayudante que sí los tenga) y que sea capaz de actuar como facilitador para sus compañeros: en principio, el líder no tiene que participar en la generación de ideas, solo tiene que facilitarlas.
Los demás participantes, entre 10 y 12 personas, deberán contar, al menos, con las siguientes características:
- Tener criterio independiente: opinión propia.
- Provenir de áreas y niveles jerárquicos diferentes: así conseguimos variedad de pensamiento y perspectivas.
- Haber expertos y no expertos en la materia: los no expertos aportan ideas frescas, no rutinarias.
- Ser participativos: no vendrán de espectadores.
- Tener verdaderos deseos de mejorar lo presente: espíritu y actitud positiva.
Una vez reunido el equipo y antes de lanzarse a realizar directamente el taller de creatividad, personalmente, veo cada vez más necesario hacer una sesión de preparación del taller. Porque los resultados mejoran. Mucho.
¿En qué consiste la sesión de preparación?
En la sesión de preparación – que se hará algunos días antes del taller, por ejemplo, una semana antes – reuniremos al equipo que va a trabajar en el taller de creatividad y revisaremos algunas cuestiones fundamentales para el mismo, como podrían ser las siguientes:
- Por qué hacemos el taller: los motivos que nos llevan a hacerlo. Es conveniente que la gente entienda por qué hacemos las cosas.
- Cuál es el objetivo que se persigue: en mi caso, suelo marcar un objetivo mínimo de 8 ideas por participante.
- Presentar el foco creativo que se va a trabajar y aclarar las dudas: lo hemos visto en el punto anterior (normalmente, el foco se define en otro foro: en un comité de innovación o de dirección o por un gerente junto a la persona a la que se ha encargado hacer el taller).
- Repasar los conocimientos actuales sobre el tema: el estado del arte sobre la cuestión que abarca el eje. Qué se está haciendo en nuestra industria, por quiénes. Qué estamos haciendo nosotros y qué hemos intentado en otras ocasiones.
- Revisar los procesos (logística, ventas, marketing, compras, etc) relacionados con el foco.
Aquí puede surgir una cuestión muy útil: la posibilidad de ver “in situ” estos procesos en funcionamiento en casa del cliente. Esto realmente ayuda a abrir los ojos a los participantes en el taller. Recuerdo una empresa grande que contaba con muy buenos profesionales y que, cuando hicieron esa jornada de visita a varios clientes, con una actitud abierta de observar y detectar cosas incongruentes o detalles en los que antes no se habían fijado, volvieron comentando lo mucho que les había servido. ¡Y eso que la mayoría de ellos llevaban años trabajando para esos clientes!
- Repasar las iniciativas (ideas o proyectos) que maneja en este momento la empresa relacionados con el foco: para no repetir esas propuestas en el taller.
- Explicar la técnica de creatividad que se va a utilizar, para familiarizar a los asistentes (recordemos que no estamos habituados a hacer talleres de creatividad ni a utilizar sus técnicas).
- Confirmar los detalles de la sesión: fecha, hora, duración, material que aportar…
No hay que olvidar organizar y preparar las herramientas y útiles que necesitaremos el día del taller (post its, pegatinas de colores, papel, rotuladores, etc) y la instalación (una sala adecuada: bien iluminada y ventilada, con espacio para moverse, levantarse, sentarse e interactuar).
Si hemos seguido todos los puntos anteriores, estaremos preparados para hacer un buen taller de creatividad.
Continuará en el próximo post: Cómo hacer buenos talleres de creatividad (2º parte)