Ahora que muchos nos reincorporamos al trabajo tras nuestras vacaciones estivales puede ser interesante hacer una reflexión sobre qué es exactamente lo que cada uno aportamos a nuestro puesto de trabajo y, con ello, a nuestra empresa.

Quiero dejar claro antes de seguir que no soy especialista (psicólogo, antropólogo ni nada parecido). Mis conclusiones se basan en la experiencia trabajando con diferentes tipos de empresas, las abundantes lecturas sobre el tema – me interesa mucho ya que mi trabajo como consultor se lleva a cabo y da resultados con y por medio de personas – y, básicamente, el sentido común.

 

Después de darle vueltas durante años, llegué a la conclusión de que una persona aporta a su trabajo tres cosas fundamentales:

  • Conocimientos. En determinadas áreas, desde la estrategia y la innovación, a la ingeniería electrónica o el growth marketing.

 

  • Habilidades o Experiencia. En ciertos talentos como la capacidad analítica, la comunicación o la habilidad para relacionarse con otras personas.

 

  • Actitud. Concretada en aspectos o cualidades específicas como la resiliencia, la iniciativa o la responsabilidad.

 

Podríamos dibujarlas de forma esquemática, en un sencillo gráfico con 3 ejes:

 

 

La pregunta que surge inmediatamente es esta: ¿cómo consigue una persona adquirir cada una de estas cosas? Y más importante aún, ¿cómo puede mejorarlas?

Trataré de responder a ello, pero antes, empecemos por el principio, con lo que traemos de serie al nacer.

 

Con qué nace una persona

 

Cualquiera de nosotros nace con una capacidad o facilidad para el aprendizaje (mayor o menor), ciertos talentos naturales (buena expresión oral, habilidad musical, talento para la pintura…) y un determinado carácter (serio, simpático, generoso, egoísta, agradable, hosco…).

Capacidad de aprendizaje (habilidad para adquirir y asimilar nuevos conocimientos) y carácter (conjunto de rasgos y cualidades que definen cómo es una persona en términos de su forma de ser y actuar) son conceptos que no deberían causar mucho problema pues parece que son bastante claros. Los talentos naturales quizá pueden resultar más ambiguos.

Últimamente he relacionado los talentos naturales con la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gartner.

Me parece muy razonable – y evidente – pensar, como propone Gartner, que no tenemos un solo tipo de inteligencia sino diferentes tipos, que sirven para diferentes cosas y en cada una de ellas, distintos niveles de rendimiento: en algunas podemos disfrutar de un nivel elevado y en otras, seguro, menor.

Es muy razonable pensar que todos “somos buenos en algo”, en algún tipo de inteligencia y que NO, simplemente, somos muy inteligentes o poco inteligentes, de manera drástica y reduccionista, como se aceptaba de forma generalizada hasta hace relativamente poco tiempo. *

* Hasta hace muy poco la inteligencia se medía habitualmente mediante tests basados fundamentalmente en la lógica matemática, es decir, reduciendo nuestra medida de inteligencia a lo bien que se nos diera la lógica matemática… No se me ocurre otra razón que la de que se apreciaran en aquel momento más las capacidades relacionadas con la ingeniería y las actividades técnicas, necesarias para el desarrollo de una sociedad industrial de corte taylorista. Posteriormente – finales de los años ochenta – se fue incorporando progresivamente la inteligencia emocional y su consiguiente análisis, principalmente mediante las aportaciones de Stephen Covey.

Sin entrar en detalle, Gartner plantea la existencia de 8 tipos de inteligencia: lingüística-verbal, lógico-matemática, espacial, musical, corporal-cinestésica, naturalista, intrapersonal e interpersonal.

Podríamos asumir entonces, que, en cada una de ellas, nacemos con determinado “talento natural”, de forma que nuestro gráfico de inteligencias múltiples sería como un gráfico de tela de araña, con puntos más cerca de los extremos allí donde más destacamos y puntos más cercanos al centro donde menos lo hacemos. **

**Más recientemente, la psicóloga Carol Dweck, que ha desarrollado el concepto de la mentalidad de crecimiento, nos ha mostrado que, aunque nacemos con un cierto nivel de talento o inteligencia, este puede desarrollarse y mejorar con el tiempo mediante la dedicación y la perseverancia.

Como hicimos antes, podemos dibujar esquemáticamente las tres grandes cualidades que tenemos desde que nacemos:

 

 

Hacer productivas las cualidades

 

¿Cómo se convierte la capacidad de aprendizaje de una persona, su talento natural y su carácter, en algo productivo, en nuestro caso, para la empresa?

Es decir, ¿cómo se convierten la capacidad de aprendizaje en conocimiento, el talento natural en habilidad o experiencia valiosa, y el carácter en una actitud adecuada?

La respuesta es simple y parece bastante obvia: esencialmente mediante el esfuerzo de la persona.

Un esfuerzo al que en cada uno de los tres casos le hemos puesto un nombre distinto y que, con ello, presenta una realidad muy diferente:

  • Estudio: estudiamos para adquirir conocimientos

 

  • Práctica: entrenamos y practicamos (sobre el terreno) para conseguir habilidad y experiencia

 

  • Introspección: nos observamos interiormente (o no) para tener la actitud adecuada

 

Para simplificar y ayudar a clarificar, podríamos expresarlo con una notación de tipo matemático:

  • Conocimientos = Capacidad de Aprendizaje x Esfuerzo (esfuerzo al que llamamos estudio)

 

  • Habilidad-Experiencia = Talento Natural (inteligencias múltiples) x Esfuerzo (esfuerzo que llamamos práctica o entrenamiento)

 

  • Actitud = Carácter x Esfuerzo (esfuerzo que llamamos introspección) *

 

*Es interesante notar que el conocimiento llevado a un nivel máximo o, al menos, elevado, convierte a la persona en sabia; la experiencia llevada a un alto nivel lo convierte a uno en experto; y la actitud llevada a un nivel elevado te convierte en alguien inspirado, casi iluminado podríamos decir

 

Sin duda, de los tres tipos de esfuerzo mencionados, el que hoy nos puede parecer más extraño o ajeno es la introspección, o sea, la actividad de mirarnos internamente, de observar nuestro carácter y sus consecuencias, tanto en nuestros actos y comportamiento como en nuestro estado de ánimo.

Quizá la sociedad actual no favorece este tipo de actividad, parece que prefiere tenernos anestesiados sin la necesaria introspección (redes sociales, series a mansalva y todo eso de lo que ya hemos hablado todos muchas veces).

O quizá sencillamente sea culpa nuestra, ya que el esfuerzo más duro probablemente sea el de analizar nuestro carácter y ser críticos con él. No voy a entrar ahora en las razones para una cosa ni la otra, pero esta es sin duda una cuestión que merecería una reflexión.

 

El combustible necesario

 

Con el esfuerzo personal e individual conseguimos, pues, aquello que quieren las empresas: conocimientos concretos, habilidades y experiencias específicos y una actitud adecuada. Es el combustible que necesitamos para hacer valiosas las cualidades con las que hemos nacido.

Mediante el esfuerzo apropiado conseguiremos, por ejemplo, unas buenas habilidades comunicativas: a partir del nivel de inteligencia lingüística-verbal natural que tenemos desde que nacimos y del esfuerzo que hayamos dedicado a practicar y mejorar esa habilidad o talento natural.

Veamos un caso concreto: Messi tiene, con seguridad, un increíble talento natural desde pequeñito para jugar al fútbol (inteligencia corporal-cinestésica aplicada a un deporte concreto como el fútbol, siguiendo a Gartner), pero estoy convencido de que si no lo hubiera trabajado de manera tenaz y persistente no habría llegado a ser el gran jugador de fútbol que es. Uno de los mejores de la historia.

En cambio, a cuántos chavales con talento natural para el fútbol o los deportes hemos visto de pequeños que no llegaron nunca a nada (tengo una hija y un hijo que han jugado de porteros de fútbol desde categorías inferiores y he visto a unos cuántos fenómenos infantiles a lo largo de los años). Puede haber habido, seguro, casos de mala suerte (lesiones, problemas familiares, etc), pero muchos se pueden achacar, probablemente, a la falta del suficiente esfuerzo. Parecía que el talento solo podría llevarlos a lo más alto. Lamentablemente, no es así.

En el siguiente punto vamos a ver cómo se traducen conocimientos, habilidades y actitud en valor para la empresa.

 

Qué valor aportamos en el trabajo

 

El valor que aporta cualquier persona a su puesto de trabajo, y con ello a su empresa, lo podemos sintetizar en una fórmula empírica que tomo prestada del gran Víctor Küppers:

Valor aportado = (C + E) x A

Siendo C = Conocimientos, E = Experiencia y A = Actitud.

¿Está derivada esta fórmula de estudios científicos?

Sinceramente, no lo sé. Pero la experiencia me dice que es bastante cierta.

Observamos en ella que la actitud es lo más importante, por eso aparece multiplicando. Lo demás puede enseñarse o practicarse, pero conseguir la actitud adecuada es lo más difícil.

De hecho, no dejamos de escuchar últimamente a infinidad de expertos que insisten en que conseguir a personas con la actitud adecuada es la clave, ya que todo lo demás tiene más fácil solución (más aún hoy, que los conocimientos y la experiencia quedan obsoletos tan rápido).

Si recordamos del punto anterior que:

  • Conocimientos (C) = Capacidad de Aprendizaje (natural) x Esfuerzo (estudio)

 

  • Experiencia (E) = Talento (natural) x Esfuerzo (práctica)

 

  • Actitud (A) = Carácter (natural) x Esfuerzo (introspección)

Y lo trasladamos a la anterior fórmula del Valor aportado = (C + E) x A, sustituyendo los conceptos tendremos:

Valor aportado = ((Capacidad de Aprendizaje x Esfuerzo) + (Talento x Esfuerzo)) x Carácter x Esfuerzo

O sea (despejando el esfuerzo y esperando no equivocarme):

Valor aportado = (Capacidad de Aprendizaje + Talento) x Carácter x Esfuerzo²

 

Vemos que el esfuerzo es lo más importante en la ecuación, el principal multiplicador para obtener valor.

En realidad, pienso que no podía ser de otra manera para que el mundo sea algo justo: está exactamente en la mano de cada uno, en su esfuerzo, el ser alguien más o menos valioso.

 

 

Entender el esfuerzo *

 

¿Y qué hace que una persona se esfuerce?

Básicamente, su motivación para hacerlo.

Muy resumidamente, una persona encuentra dos tipos de motivación: la motivación extrínseca, producida por factores externos a la persona, y la motivación intrínseca, provocada por factores internos en la persona.

Sin profundizar en ello, algo que, sin duda, da para otra reflexión, la motivación extrínseca – siguiendo a Frederick Herzberg – incluye dos tipos de factores:

  • Higiénicos: no motivan, solo contribuyen a desmotivar cuando no están bien cubiertos.
  • Motivadores: motivan en positivo, pero solo si están bien cubiertos los primeros.

Los factores higiénicos son cosas como el salario (el salario no motiva a largo plazo, pero sí es un importante factor desmotivador si no está bien cubierto), la relación con los compañeros o el jefe, el lugar físico de trabajo, etc.

Los factores motivadores son cosas como alcanzar metas u objetivos, el reconocimiento de los logros, el desarrollo profesional, etc.

Por su parte, la motivación intrínseca – siguiendo a Daniel Pink -, implica tres grandes factores:

  • Propósito: el sentido que tiene lo que hace, aquello en lo que trabaja una persona, para su realización personal, sus convicciones, objetivos personales y valores.
  • Maestría: el nivel de perfección alcanzado en la tarea, cuánto ha llegado a ser de bueno en ella
  • Autonomía: la capacidad para actuar de forma autónoma, el nivel de delegación que se concede, implícita o explícitamente, a la persona para realizar su trabajo.

 

* Tratando de entender mejor qué es el esfuerzo, podríamos describirlo como una combinación del tiempo dedicado a una actividad y de la intensidad de concentración o nivel de atención en esa actividad.

Un niño se puede esforzar en su estudio de dos maneras: dedicándole tiempo (esta es más obvia) y concentrándose mucho (esta lo es menos).

De esta forma, más que de esfuerzo deberíamos hablar de productividad del esfuerzo:

Productividad del Esfuerzo = Tiempo invertido x Nivel de atención (intensidad de concentración)

Lo que nos dice que cuanto más tiempo invirtamos y de mayor calidad sea este, mejores resultados vamos a obtener de nuestro esfuerzo.

El niño puede invertir mucho tiempo en el estudio, pero si su nivel de atención es mínimo, la productividad de su esfuerzo será mínima. De la misma forma, si está hiper concentrado, pero solo dedica unos minutos o segundos al estudio, la productividad será mínima.

En realidad, en las fórmulas anteriores, deberíamos sustituir esfuerzo por productividad del esfuerzo, pero no lo voy a incluir para no complicar las cosas.

 

¿Conclusiones?

 

  1. Las personas aportan tres cosas fundamentales a su trabajo: conocimientos, experiencia, actitud.

 

  1. La actitud, lo sabemos por experiencia, es la cualidad más importante que aporta hoy una persona. Pero no nos equivoquemos, distintos puestos pueden demandar ciertas actitudes más que otras: en un puesto de cara al público se puede necesitar a alguien que sea, sobre todo, amable, empático, afable, extrovertido… y en un puesto de control financiero se puede necesitar a una persona que sea sobre todo responsable, organizada, honesta, resolutiva…

 

  1. El esfuerzo es el factor definitivo que hace que una persona progrese en sus conocimientos, experiencia y actitud.

 

  1. El esfuerzo va a depender esencialmente de la motivación intrínseca de la persona en su puesto y de los elementos relacionados con la motivación extrínseca que la empresa sea capaz de poner en juego.

 

Para acabar, me permito dos sencillos consejos para aquellos que tengan la responsabilidad de contratar a personas, pero que también podrían servir a cualquiera que desee tener un perfil “más empleable”:

  • Ficha, sobre todo, a personas que tengan la mejor actitud. Es el factor clave de éxito, siempre que dispongan de unos conocimientos y experiencia suficientes

 

  • Identifica bien si la motivación intrínseca de la persona es la adecuada para el puesto, es decir, si la persona encontrará sentido en el trabajo que hace y si tiene o puede adquirir un nivel de dominio y autonomía sobre la actividad que le resultará personalmente satisfactorio

 

  • Pon en marcha todas las acciones necesarias desde la empresa para no fallar con la motivación extrínseca.

 

¿Qué opinas? ¿Qué otros elementos piensas que aportan las personas al trabajo? ¿Estás de acuerdo en que hoy la actitud es el elemento más importante de todos?

 

 

#Estrategia